El líder del Ejecutivo ha puesto en marcha su campaña de cara a las elecciones generales de 2027, sin aguardar la clarificación del contexto sobre los Presupuestos Generales del Estado para 2025. Esta medida representa el inicio de una estrategia política con un componente simbólico significativo, destinada a evaluar la fidelidad y consistencia de sus socios parlamentarios, y afianzar su rol de liderazgo antes de enfrentar un nuevo ciclo electoral.
Desde el Palacio de La Moncloa, el jefe del Ejecutivo ha dejado entrever que su gobierno seguirá adelante, tenga o no apoyo para las cuentas públicas. Su intención, en todo caso, es presentar el proyecto presupuestario antes del 30 de septiembre, aunque ya anticipa que no está dispuesto a realizar concesiones que debiliten su agenda o pongan en entredicho los principios programáticos del Ejecutivo. “Veremos quién está con el progreso y quién se aparta”, ha resumido una fuente cercana al gobierno.
La elección de proceder sin esperar a contar con una mayoría garantizada para los Presupuestos no es fortuita. El equipo del presidente considera que esta situación permitirá “exponer” a sus aliados, sobre todo a aquellos que han mostrado signos de descontento con ciertas decisiones recientes del Ejecutivo. En este grupo se encuentran partidos regionalistas, nacionalistas e independentistas que han sido fundamentales para asegurar la gobernabilidad, aunque sus exigencias no siempre coinciden con los objetivos del gobierno central.
Entre los principales desafíos que enfrenta el Ejecutivo está la necesidad de conciliar el cumplimiento de las reglas fiscales europeas con el mantenimiento del gasto social y los compromisos en transición energética y modernización económica. En Bruselas ya se ha confirmado que España deberá presentar un plan de ajuste progresivo para reducir el déficit estructural, lo que complica las posibilidades de ampliar el gasto sin nuevas fuentes de financiación.
A pesar de ello, el gobierno mantiene su compromiso de reforzar la inversión pública en áreas clave como vivienda, educación, salud y digitalización, aspectos que se consideran esenciales para captar el apoyo ciudadano y fortalecer la narrativa de un gobierno progresista que cumple. En este sentido, desde el Ejecutivo aseguran que el nuevo ciclo político no girará únicamente en torno a la estabilidad parlamentaria, sino también a la proyección de una visión de país que contrarreste las propuestas de la oposición.
Teniendo en cuenta la división en el panorama político y la importante función que desempeñan las comunidades autónomas en el equilibrio institucional, el presidente ha planificado una serie de reuniones con los líderes territoriales más relevantes y los diferentes sectores sociales. Su objetivo es fortalecer la unidad de su base de apoyo, demostrar conexión con las preocupaciones diarias y, paralelamente, desarrollar un plan de acción para los años venideros.
Desde la oposición, se contempla este acto como un esfuerzo por desviar el enfoque de los problemas internos del Gobierno y la creciente inconformidad entre ciertos grupos sociales debido a la ausencia de progreso en reformas esenciales. Sin embargo, en el círculo presidencial, se piensa que es el momento adecuado para fortalecer la imagen política del presidente y posicionarlo como figura principal en un próximo ciclo electoral.
La campaña hacia 2027 no se articula, al menos por ahora, en torno a un eslogan o plataforma tradicional. En su lugar, el Ejecutivo está desplegando una estrategia basada en contrastes: entre progreso y regresión, entre estabilidad y bloqueo, entre responsabilidad institucional y confrontación partidista. Se trata de una narrativa que busca interpelar tanto a la base electoral del gobierno como a votantes indecisos que valoran la gobernabilidad y la coherencia programática.
A medida que el calendario progresa y se acerca el crucial mes de septiembre, el presidente parece tener la intención de utilizar el debate presupuestal como una herramienta política para reforzar su liderazgo. No solo está en juego la viabilidad de su programa inmediato, sino también su legitimidad como opción de futuro. La apuesta, valiente y arriesgada, busca transformar el reto parlamentario en una oportunidad electoral. El resultado dependerá de la destreza del Ejecutivo para manejar tensiones internas y de su habilidad para obtener respaldo más allá de su base tradicional.